12 de abril de 2014

Te enriquece con su pobreza; te invita a la comunión

«Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.»
Papa Francisco

Dibujo de Patxi Fano

Palabra de Dios

Jn 11, 45-57
“Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús (la resurrección de Lázaro), creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.”
En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en el. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo. 
Palabra del Señor. 


Reflexión

Los sumos sacerdotes y los fariseos tenían miedo. Miedo de que la gente creyera a Jesús y que eso les afectara a ellos. Tenían envidia de Jesús, muchos de los que veían cómo vivía y que oían lo que decía empezaron a creer en Él y por eso decidieron darle muerte. 
Muchas veces nos pasa como a ellos, sentimos envidia de los demás: envidia de su físico, envidia de sus logros, envidia de su suerte, envidia de sus amistades, envidia de su familia… y esto hace que no seamos capaces de disfrutar de lo que tenemos porque vivimos ansiando lo que no tenemos.

¿Siento yo envidia en mi vida? ¿A qué personas envidio?

¿Qué actitudes tengo cuando siento envidia? ¿Cómo trato a los demás?

¿Disfruto de lo que tengo? ¿Doy gracias por lo que tengo y soy?

Quizás tenga que pedir perdón por haber actuado desde la envidia.

Mi pequeño compromiso

¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar sus posesiones? ¿Qué hacen los países desarrollados para seguir creciendo económicamente?
Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y yo, ¿qué hago cuando veo amenazado mi prestigio, mi relevancia social...? Nadie está libre de pecado. ¿Qué me dice Dios? ¿Qué le digo?

Pensamiento
"No hay que apurarse por nada: todo lo que padezcáis sea por Dios nuestro Señor"
Madre Carmen del Niño Jesús

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